Los cambios que sufren las iglesias católicas —y más en general, una porción muy significativa de los edificios religiosos durante el siglo XX— son fruto de un complejo encuentro entre la radical renovación que se lleva a cabo en la arquitectura moderna, como una de las respuestas al complejo proceso de renovación de nuestra cultura, y los cambios producidos al interior de la Iglesia Católica, incluyendo una nueva consciencia teológica, una nueva interpretación de las fuentes bíblicas, y significativas modificaciones en la praxis religiosa que expresa una relación nueva entre la fe y el mundo. Ciertamente, el Concilio Vaticano II constituye un episodio fundamental en este último proceso. Es en este contexto que me propongo examinar algunos rasgos específicos de esa renovación de la arquitectura sacra en América Latina.
Si la historiografía ya ha tratado de manera específica las conexiones entre la arquitectura litúrgica italiana y el Movimiento Litúrgico de la Europa Central, las relaciones entre Italia y América Latina están todavía pendientes de estudiar y clarificar. La presente contribución quiere proponer un primer esbozo de investigación, analizando cómo las principales revistas italianas de arquitectura litúrgica (Fede e Arte, editada por el Vaticano, y Chiesa e Quartiere, publicada por la diócesis de Bolonia) presentan la arquitectura cristiana latinoamericana, en relación también con un interés más amplio de otras cabeceras sobre la arquitectura latinoamericana (Casabella, Domus, L’Architettura. Cronache e Storia, etc.). De este primer balance, apoyado en el análisis de cerca de una treintena de articulos y ensayos, emerge una propuesta de cronografía relativa a los años cincuenta y sesenta, hipótesis de trabajo que podrá ser objeto de ulteriores profundizaciones críticas.
Los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial dieron lugar a cambios sociales muy significativos desde 1945. Mientras que en la mayor parte del mundo católico el principal motivo que había detrás de los intentos de transformar el espacio sacro católico era la definición de una Iglesia centrada en Cristo, resultado de un proceso natural, interno, estos cambios no hicieron efecto en los países del Este de Europa ocupados por la Unión Soviética, porque la religión y todas sus manifestaciones fueron duramente perseguidas con la excusa del orden mundial recientemente establecido. Los poderes políticos que defendían ideologías de raíz comunista y atea consideraban a la Iglesia como el principal oponente a su propio sistema de poder. No sólo en el sentido ideológico, sino también por la propia estructura organizativa de la Santa Sede, que traspasa las fronteras estatales. El artículo interpreta la presencia de los efectos de las reformas litúrgicas en correspondencia con la política oriental de la Santa Sede.
El 50 aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II coincide con otra efemérides relacionada y que vincula la recepción conciliar a ambos lados del Atlántico. Se trata de la publicación del número monográfico dedicado a México, editado en octubre de 1965, por parte de la revista española ARA: arte religioso actual.
Un número doble (el 6/7 de la colección) de talante emblemático, resultado de un intenso viaje que hiciera el director de la revista —el fraile dominico José Manuel de Aguilar— por México y los países de Centroamérica durante ese mismo verano con el objeto de intercambiar experiencias y asesoramiento en materia de arte sacro.
Además de aportar una mirada prácticamente inédita del tema, el muestrario de obras y firmas consignado ofrece una visión poco menos que canónica del estado del arte y la arquitectura religiosos mexicanos en ese momento.
Esta comunicación ofrece una contribución acerca del problema de las nuevas iglesias que se van a construir en las barriadas de las megalópolis latinoamericanas, donde llegan numerosas comunidades campesinas que desearian edificar nuevas iglesias, pero con las mismas formas de las que dejaron en sus antiguos pueblos. Aqui está el problema: como proyectar nuevas iglesias que sean, en el futuro, coherentes con una ciudad moderna y que, al mismo tiempo, puedan evocar las emociones de las largas tradiciones religiosas de los pueblos, que la pobreza de los indígenas ha obligado a quebrar.
El Concilio Vaticano II inspiró una nueva concepción del templo católico. En el capítulo VII de la constitución Sacrosanctum Concilium, el templo —llamado iglesia— se entiende a partir de siete principios generales: libertad de estilos artísticos; aptitud para una liturgia comunitaria; capacidad simbólica; sencillez y autenticidad; comodidad; casa abierta y acogedora; y reforma de los edificios existentes. A pesar de la aparente novedad de las inspiraciones conciliares respecto de la nueva liturgia y su arquitectura, estas disposiciones son una actualización de aquellas impulsadas por los reformadores protestantes, en oposición a las prácticas litúrgicas católico-romanas del siglo XVI, 400 años antes. A partir de la Reforma, el templo protestante es concebido como el lugar de encuentro personal y directo entre el hombre y Jesús; entre el hombre y su prójimo; y del hombre consigo mismo. En América Latina, las orientaciones arquitectónicas de la Reforma Protestante, asociadas a la carencia de recursos y a las cualidades culturales de la población, se manifiestan en templos concebidos como domus ecclesiae, dando la preeminencia al encuentro fraterno, igualitario y comunitario, mucho antes del Concilio Vaticano II.
En los últimos cincuenta años ha habido un cambio notable en la forma del templo católico respecto a las décadas precedentes. Se considera habitualmente que dicha evolución se debe al Concilio Vaticano II: la renovación del espacio litúrgico cristiano sería una de sus consecuencias visibles más evidentes. Sin embargo, el Concilio habló muy poco sobre arquitectura litúrgica y, desde luego, no pretendió dar directrices concretas sobre el modo de construir iglesias. El análisis de los textos conciliares muestran que la iglesia del Concilio Vaticano II es un lugar de oración, entendiendo oración como un modo general de denominar un amplio programa de usos. La funcionalidad litúrgica y el fomento de la participación activa de los fieles son dos criterios generales que el Concilio deseó para la renovación de la arquitectura cristiana. Esta debería haberse llevado a cabo al mismo tiempo que la reforma de los libros de la liturgia renovada.
A lo largo de la segunda mitad del s. XX, los arquitectos mexicanos —aún antes de la clausura del Concilio Vaticano II— buscan una nueva expresión para las obras eclesiásticas que se están realizando en el país. Gracias a nuevos materiales y tecnologías constructivas —como el uso de superficies regladas—, se construyen obras con una nueva expresión plástica y que, al mismo tiempo, permiten el desarrollo litúrgico establecido por el concilio. Un ejemplo de la adaptación a estos lineamientos es la iglesia de la Santa Cruz del Pedregal, en donde el arquitecto Antonio Attolini Lack transforma un proyecto planteado a la antigua usanza en un templo contemporáneo.
En 1987, Juan Pablo II visita la Argentina y pide a los laicos que se comprometan con la educación y la cultura. Con la anuencia de monseñor Antonio Quarracino, arzobispo de La Plata, se crea la Cátedra de Arquitectura Sacra en la carrera de Arquitectura de la UCALP. El desafío fue —y sigue siendo— que los alumnos comprendan las necesidades del espacio sacro católico, reforzando la doctrina y los conceptos arquitectónicos. Mediante un programa que se perfeccionó a lo largo de los años, se aborda la investigación, el estudio, la reflexión, el acompañamiento docente y el hacer arquitectura. Todo ello tiene como objetivo que el alumno, alumbrado por el Evangelio, logre diseñar un edificio con la comprensión cabal del concepto iglesia. Esta búsqueda académica y personal de los educandos se refleja en anteproyectos de arquitectura construibles, que sintetizan la impronta estética y resolutiva de cada uno de ellos.
En el tema de arquitectura religiosa del siglo XX, el Concilio Vaticano II provocó una mayor producción de trabajos, investigaciones y reflexiones sobre cómo se adaptó el espacio arquitectónico a sus preceptos.
Sin embargo, en lo referente a los casos de estudio, la balanza se ha inclinado hacia los templos que responden favorablemente a dichos preceptos, que surgen de una profunda reflexión teórica y simbólica, o proyectados por algunos arquitectos e ingenieros de prestigio. No obstante, en una realidad nacional, estos casos son los menos y el cumplimiento de los preceptos no tan favorecedor.
Ante este panorama y en el entendido de los distintos tipos de personajes que toman decisiones de diseño en la materialización del templo, se propone la necesidad imperiosa de elaborar un documento que contenga algunas directrices de diseño que sean generales y flexibles para que pueda adaptarse a las distintas particularidades de cada sitio.
El Concilio Ecuménico Vaticano II buscó —en las palabras utilizadas por el Papa Juan XXIII— el aggiornamento de la Iglesia Católica. La complementariedad inseparable entre los movimientos de refontalización y de apertura a un nuevo mundo dio lugar al cambio de paradigma del templo eclesial a la casa de las piedras vivas. Es en este contexto en el que entendemos la oportunidad de explorar las contribuciones de dos arquitectos no cristianos: Aldo van Eyck y Lina Bo Bardi. En sus obras —y especialmente en sus pensamientos— es posible reconocer una afinidad electiva con el espíritu del aggiornamento cristiano
El Seminario San Buenaventura ubicado en Mérida (Venezuela), proyectado por Manuel Mújica Millán, constituye un patrimonio arquitectónico y una parte vital de la Ciudad de Dios del arzobispo constructor mons. Chacón. El diseño de la capilla para el Seminario Menor se asume como intervención al patrimonio por medio de una integración de las artes, cuyo tema es la resurrección de Cristo. En un lenguaje austero, la obra de arte es —siguiendo a Le Corbusier— «présense insigne». Esta integración fue ideada y guiada por el TiA (Taller i Arte + Arquitectura). El foco visual y litúrgico de la capilla es el retablo, en el cual del vano mayor surge la obra de Cristo Resucitado, elaborada en guadamecil por Gómez Callejas, quien señala que el icono es resultado de un trabajo denominado «Manifestaciones de la Realidad del Misterio». El vano menor lo ocupa el tabernáculo del Santísimo, un objeto litúrgico restaurado. Arte y arquitectura pretenden enlazarse para dar testimonio de la Encarnación viva: presencia sacramental del misterio pascual, cuyo fin —según Ratzinger— es la transformación mediante la cruz y la nueva corporeidad de la resurrección.
Durante la década de 1960, se produjeron importantes transformaciones en la arquitectura de Concepción, Chile. El efecto de un terremoto y la puesta en marcha de un renovado Plan Regulador generaron cambios sustanciales en la manera de concebir la arquitectura local. Asimismo, la Iglesia Católica vivió procesos de cambio que repercutieron en su arquitectura. Concepción fue parte de esos cambios y en la totalidad de su área metropolitana se construyeron obras de arquitectura religiosa que trascendieron el paso del tiempo. Estas obras (que además repercutieron en los planteamientos de templos protestantes) trascendieron más allá de su función espiritual, en particular, teniendo un impacto urbano notorio, configurando manzanas y barrios y pasando a ser hitos importantes y apreciados en la ciudad.
Los santuarios de peregrinación que alojan a las veintiuna advocaciones marianas que patrocinan a los países de Latinoamérica son edificios que están muy presentes en el imaginario colectivo de cada nación, y que influyen en las personas que toman las decisiones, sean obispos, párrocos, comisiones de arte sacro o asociaciones de fieles. Sólo cinco de ellos datan de la época colonial. Otros seis fueron construidos en el siglo XIX, con la independencia de sus respectivos países. Finalmente, nos encontramos con nueve edificios que se terminaron de construir tras el Concilio Vaticano II.
En esta comunicación se realiza un recorrido panorámico por estos templos —todos poseen el título de basílica—, con el objetivo de radiografiar las principales líneas de fuerza de la arquitectura religiosa en Latinoamérica.
Fray Gabriel Chávez de la Mora (Guadalajara, 26 de noviembre de 1929) es un arquitecto mexicano, monje, liturgista y canónigo honorario de la Insigne y Nacional Basílica de Santa María de Guadalupe. Es un hombre con una destacada experiencia en la arquitectura religiosa mexicana y con gran aportación iconográfica propia. Es muy conocido por sus creaciones artísticas de iconografía, pintura, escultura, madera recortada, mobiliario, ajuar litúrgico, orfebrería, vestiduras litúrgicas, vitrales, fierro calado, mosaicos e incluso diseños de portadas de libros. La siguiente conversación con fray Gabriel explora parte de la espiritualidad y la arquitectura religiosa mexicana contemporánea. Fray Gabriel explica sus primeros contactos con la arquitectura religiosa, su experiencia con el Concilio Vaticano II y su aportación arquitectónica particularmente en el recinto sagrado del Tepeyac.
En México, el estilo neogótico se desarrolla desde el tercer cuarto del siglo XIX hasta el primer tercio del siglo XX, asociado a una estrategia de reposicionamiento de la Iglesia Católica frente a los gobiernos liberales mexicanos. Sin embargo, los diversos conflictos bélicos, la política anticlerical gubernamental y los problemas económicos hicieron que algunos de los grandes templos iniciados en ese estilo, prolongasen su construcción durante décadas, llegando hasta la actualidad. Este trabajo analiza cómo dos de esos templos, el Santuario Guadalupano en Zamora (Michoacán) y el Templo Expiatorio del Santísimo Sacramento, de Guadalajara (Jalisco), se adaptan a los lineamientos litúrgicos del Concilio Vaticano II. El resultado es una paradoja estética y arquitectónica que convierte lo neogótico, en el exterior de los templos, en una envoltura repleta de simbolismos y en el interior del templo asume los nuevos lineamientos conciliares encajados en los elementos propios del neogótico.
En esta ponencia se consideran las oportunidades y riesgos de obras arquitectónicas que buscan la trascendencia. Tras una corta discusión sobre cómo lograr la trascendencia a través de un acercamiento ético o estético de la arquitectura, la conversación es dirigida hacia la ambigüedad del término trascender. Esto permite una reflexión sutil y profunda al hacer que nos preguntemos: ¿qué o quién está realizando la trascendencia?; y exactamente, ¿qué es lo que está siendo trascendido? Quizá esta vaguedad no sea sólo algo semántico, sino que se apoye en la realidad (al menos fenomenológica) de las experiencias arquitectónicas trascendentes. Ciertamente, esta línea de estudio prohibe toda conclusión, asegura la humildad y nos anima a encontrar nuevas interpretaciones, incluso de las ya interpretadas. La presente comunicación es una reelaboración del capítulo introductorio al libro Transcending Architecture. Contemporary Views on Sacred Space, editado por el autor y publicado por la CUA Press (Washington DC, 2015).
La intervención tiene como objetivo investigar la figura de Lina Bo Bardi, una arquitecta italiana que se trasladó a Brasil en 1946, al final de la Segunda Guerra Mundial, y que durante sus años de actividad en Italia fue también colaboradora del arquitecto Gio Ponti. Se analizará en detalle su arquitectura destinada al culto. Entre el gran número de obras de la arquitecta se encuentran, de hecho, dos pequeñas pero significativas iglesias construidas en Brasil durante los años setenta del siglo pasado.
¿Cuáles fueron las referencias arquitectónicas de Lina Bo Bardi para el edificio de culto? ¿Cómo su formación italiana ha impregnado sus obras y cómo éstas han sido contaminadas por la arquitectura del nuevo continente? Pocos años atrás, el Concilio Vaticano II había dado nuevas indicaciones litúrgicas. Nos podemos preguntar si la apertura litúrgica fue considerada en su obra como parte del discurso arquitectónico utilizado o si, simplemente, se tomó como un dato sobrevenido.
Esta ponencia se pregunta: ¿cómo la arquitectura religiosa de la periferia urbana de Lima adquiere una expresión en correspondencia con el Concilio Vaticano II? Las ciudades desbordadas por los inmigrantes provincianos que habitan en sus periferias, como Lima, son el escenario en el que los actores de los nuevos distritos construyen sus nuevas parroquias. En este ámbito, los factores culturales, ideológicos, políticos y sociales, junto a los cambios litúrgicos, condicionarán a la arquitectura eclesial, sus mensajes y significados. Esta investigación busca explicar cómo el Concilio Vaticano II y las ideologías de la segunda mitad del siglo XX condicionan la expresión del edificio eclesial en Lima Norte, visualizando su estrecha relación con la teología, la eclesiología y la liturgia; las misiones y pastorales; el marxismo; el espíritu ecuménico (los cristianos de otras religiones); la Iglesia cultural y la popular; la postmodernidad; y los discursos liberador y desarrollista.
La necesidad de nuevos espacios en los que vivir plenamente la liturgia postconciliar ha motivado en el seno del Camino Neocatecumenal la gestación y desarrollo de una propuesta artística que codifica el espacio celebrativo. Sin embargo, esta propuesta de Kiko Argüello no sólo abarca el espacio parroquial sino que se extiende a otros espacios como los centros internacionales para la nueva evangelización o los seminarios Redemptoris Mater.
En el presente texto se analiza el caso particular de estos centros de formación sacerdotal relacionados con este itinerario de formación católica, en los cuales se han desarrollado espacios arquitectónicos nuevos para dar respuesta a necesidades particulares de oración y estudio de la Escritura. Éste es el caso del Santuario de la Palabra, un espacio de inspiración hebraica relacionado con la oración comunitaria y la Scrutatio Scripturae, que nos ofrece una nueva tipología muy sencilla en su estructura arquitectónica pero de gran carga simbólica y sígnica.
Este texto pretende analizar la presencia latinoamericana en las cinco ediciones del Premio Internazionale di Architettura Sacra Frate Sole (1996-2012). Una presencia que se ha ido incrementando con el paso de los años hasta lograr su zenit en la última edición con el primer premio concedido a la Capilla en Auco, de Undurraga-Deves. Conviene recordar el carácter específico del Premio Internacional Frate Sole (en cada convocatoria sólo se pueden presentar las iglesias terminadas diez años atrás), así como su vocación inclusiva, contemporánea y universal de promoción de la arquitectura sacra.
Se analizarán las propuestas significativas —más allá de las premiadas— recibidas de los países latinoamericanos, para incidir en su especificidad. Los resultados obtenidos ayudan a valorar la importancia de una región católica, como es Latinoamérica, en el discurso arquitectónico mundial.
El presente texto ofrece algunos principios y criterios para la realización de las nuevas construcciones que deberán cobijar las actividades de la Iglesia Católica. Hay una enorme variedad de construcciones que necesita la Iglesia, desde catedrales hasta cementerios. Para los fines del presente análisis, me centraré en el tema de una parroquia urbana. Considero que el centro parroquial podría considerarse como un centro de promoción humana integral, puesto que toma en cuenta todas las actividades del hombre considerado de forma integral: «cuerpo, alma y espíritu», como propone san Pablo en 1Tes 5:23. El tratamiento del tema, lógicamente, exige un enfoque tanto religioso como arquitectónico. Por lo tanto, el análisis está estructurado a partir de la metodología del arquitecto; pero cada paso de esta metodología se fundamenta en la visión de fe que origina y alienta la construcción de cualquier centro parroquial.
Dos elementos plásticos señalan un lugar en el paisaje.
Dos signos de resonancia profunda.
Uno, la cobertura curva, abrigo de hormigón.
Otro, la cruz de Cristo.
Se acrecienta el paisaje.
El espacio del templo y el espacio de la naturaleza.