En los comienzos de la modernidad, arquitectos como Frank Lloyd Wright o Antonin Raymond vieron en el Extremo Oriente una oportunidad para huir de los rígidos esquemas beauxartianos y alcanzar una nueva arquitectura. Si entonces la modulación de la casa japonesa y su exquisita armonía con la naturaleza se tomaron como base para una nueva manera de construir, tal vez en la actualidad la arquitectura del Extremo Oriente pueda inspirarnos de nuevo.
Por otra parte, en 2021 se cumplen 500 años de la llegada de los españoles a Filipinas y el comienzo de la evangelización de Asia. La confluencia de religiones originó una hibridación de arquitecturas destinadas al culto, que tras numerosas vicisitudes cristalizó en la arquitectura religiosa que contemplamos hoy. Estas arquitecturas constituyen un importante reclamo turístico y, en paralelo, motivo de preocupación para los organismos oficiales encargados de la protección patrimonial de cada país.
La enorme actividad constructiva y urbanizadora que se ha desarrollado en esta parte del mundo durante las últimas décadas nos obliga a volver la mirada al Extremo Oriente. ¿Qué arquitectura cristiana se ha hecho allí en los últimos cien años? ¿Qué ideas, qué conceptos se plasman y se reflejan en ella? ¿Qué podemos aprender de estos edificios?
Tratar de condensar en un solo artículo la arquitectura religiosa producida durante el siglo XX en Filipinas es una tarea ardua. Se trata de un país con noventa millones de fieles católicos, el tercero del mundo, tras Brasil y México, por lo que la cantidad de iglesias recientes es muy alta. Y aunque entre ellas existen obras que se encuentran al nivel de las arquitecturas más celebradas internacionalmente, esa ingente producción contemporánea apenas ha sido estudiada en su conjunto —y mucho menos difundida— ni dentro ni fuera de sus fronteras. En este texto se muestran algunos ejemplos significativos que pretenden ilustrar los tres periodos en los que se ha dividido el siglo XX, cada uno de ellos de unos cuarenta años: la colonia americana (1898-1946), la independencia y posterior dictadura (1946-86) y la época plenamente democrática (1986-2021). Finalmente, se hace una breve referencia a la arquitectura de las demás confesiones cristianas y de otras religiones minoritarias.
En el siglo XVI, los primeros misioneros dominicos españoles y portugueses llegaron al sudeste asiático, incluso a Vietnam, pero solo después de las primeras décadas del siglo XVII, el cristianismo comenzó a afianzarse y vivió diferentes episodios de la Proclamación de la fe cristiana: primero fue tolerado y luego abandonado por las dinastías, apoyado por los colonialistas, declinado en el al norte por los comunistas, se expandió en el sur bajo la República de Vietnam y se estabilizó hasta ahora después de la reunificación del país seguida de una larga ruptura debido al cambio político. Junto con esta historia, la arquitectura sagrada se interpretó de diversas formas para definir identidades en la vida religiosa y en la fe. Sin embargo, el período más difícil de la arquitectura religiosa no es solo en el conflicto político del pasado, sino también hasta ahora, la época del boom económico. El cambio de valores así como el sistema estético hacen que el arte y la arquitectura sagrados sigan siendo una rueda gigante atascada en el barro.
La relación entre arquitectura, religión y sociedad configura los espacios sagrados del cristianismo y las religiones. Pero los templos cristianos en Oriente han estado marcados por el estilo occidental. La inculturación es un presupuesto fundamental para el anuncio del cristianismo, pero éste ha venido marcado mayormente por la colonización e imposición de la cultura cristiana-europea más que por la inculturación; con las honrosas excepciones de Matteo Ricci y Roberto de Nobili. Gracias al impulso del Concilio Vaticano II, la Iglesia comprendió mejor su misión de llevar el mensaje cristiano a los pueblos de Asia haciéndolo desde dentro de sus formas culturales: internas (pensamiento y espiritualidad) y externas (lengua, ritos, arquitectura). Sin embargo, sigue siendo un reto de la arquitectura cristiana en Asia. Las bases para hacerla están ya puestas, pero el diálogo arquitectura-religión-sociedad en Oriente aún tiene mucho camino por recorrer, dejándose enseñar por sus valores religiosos y culturales.
Tras la Segunda Guerra Mundial y la reconstrucción de Filipinas, el Gobierno de España se implicó con un nuevo renacimiento —el octavo— de la catedral de Manila. Miguel Fisac, de la mano de los Dominicos, recaló en la capital para impartir en la Universidad de Santo Tomás unas conferencias sobre la reconstrucción del país. No obstante, uno de los frutos de su estancia fue su designación como arquitecto asesor de la nueva sede archidiocesana y el compromiso económico español en la financiación de una de las capillas catedralicias. La intervención, diseñada por Miguel Fisac, habla de la magnificencia de la discreción y de la sutileza del programa y la ejecución. A pesar del protagonismo de Fisac en el conjunto catedralicio, la capilla de la Virgen del Pilar por él proyectada entraña el canto elegante y contenido de la huella de la arquitectura española del siglo XX en Manila.
Este texto pretende analizar ejemplos destacados de la arquitectura cristiana contemporánea en Extremo Oriente, y la influencia de los conceptos religiosos y arquitectónicos de la región en la arquitectura cristiana contemporánea construida. Numerosos ejemplos muestran la influencia de la impregnación del patrimonio cultural, tradicional y religioso de esa zona con el marco cultural y teológico cristiano. La arquitectura sagrada cristiana se basa en el concepto monoteísta de la fe en un Dios encarnado que abre a la humanidad el camino de la salvación alcanzada en la otra vida. Las religiones del Lejano Oriente comparten conceptos comunes de procesualidad descritos como Tao, el principio rector en el fondo de toda la vida. Es el principio de la continuidad en un universo eternamente cambiante. La intención de este trabajo es, por tanto, dirigir la mirada hacia la permeabilidad de las culturas que alienta la arquitectura sagrada cristiana hacia la búsqueda de una nueva y auténtica identidad.
Desde su inicio, la arquitectura ha sido capaz de influir en la experiencia y la emoción de las personas. Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, la teoría de la arquitectura ha potenciado estos dos aspectos en aquéllos que dejan de concebirse como usuarios para reconocerse como habitantes. La arquitectura religiosa no escapa de esta realidad, puesto que, aunado a su carácter sagrado, está el hecho de que varios arquitectos, entre los que destaca el japonés Tadao Ando, se han concentrado en potenciar la vivencia desde la corporeidad. Con base en lo anterior, el presente documento tiene como objetivo analizar la forma en la que Tadao Ando materializa sus espacios religiosos, priorizando la experiencia y la emoción. Para ello, se analizan tres templos ubicados en Japón: la Capilla del Viento, la Capilla sobre el Agua y la Iglesia de la Luz.
Entre 1500 y 1600, el jesuita Matteo Ricci llevó a cabo un verdadero proceso de inculturación del cristianismo en China. Posteriormente, otros actores operaron según la aculturación, que es una forma de colonialismo. Este proceso también se dió en la construcción de iglesias, la mayoría de las cuales se edificaron en estilo neogótico. En 1926, dom Gresnigt fue enviado a China con el objetivo de crear un nuevo estilo chino-cristiano, respaldado por el obispo Costantini y la nueva política misionera. Sin embargo, estos intentos de inculturación arquitectónica sólo se centraron en cuestiones estilísticas. En la actualidad debemos actuar según un diálogo intercultural que, partiendo de una traducción textual de los libros litúrgicos y la acción ritual, pueda proporcionar al arquitecto imágenes de experiencia que sean capaces de implementarse como lugares y movimientos en el horizonte de lo sagrado. Hay que encontrar metáforas e incluso construir mejores affordances para aumentar la eficacia de las acciones rituales, haciendo que incluso las meramente imaginables sean emocionalmente perceptibles.