En 1961 Luis Cubillo de Arteaga proyectó, por encargo de la Dirección General de Asuntos Eclesiásticos, el Seminario de Castellón, edificio que se convirtió en uno de los hitos de la arquitectura religiosa de su autor.
En el Seminario de Castellón la importancia del cliente fue capital. Se creó un equipo de trabajo con libertad absoluta de sugerencias y de críticas, que Cubillo incorporó con éxito a su proyecto. Existió una comunicación muy fluida entre el arquitecto y cliente a través de abundante correspondencia y de visitas del obispo Josep Pont i Gol al estudio de Cubillo.
El Seminario supuso una importante aportación tipológica a la arquitectura religiosa española, tanto por lo novedoso del planteamiento del conjunto como por la organización interior del templo, anticipándose a lo que el Concilio Vaticano II iba a propugnar pocos años después.
El proceso arquitectónico, desde el concepto hasta el edificio mismo, es una larga secuencia de compromisos, reconsideraciones y eventos inesperados que requieren estrategias de mediación y el equilibrio de las actitudes de los arquitectos. La relación entre el cliente y el diseñador representa una parte importante del proceso arquitectónico ya que tiene una influencia considerable en el resultado final.
Este estudio investiga episodios de negociación formal entre el arquitecto Francesco Berarducci (Roma, 1924-92) y el cliente de la iglesia de San Valentino en la Villa Olímpica de Roma (promovida en 1960). Examina documentos de archivo como cartas, bocetos y dibujos de la correspondencia cruzada entre Berarducci y el sacerdote. El objetivo es investigar la participación del cliente religioso en el proceso de toma de decisiones, que resulta en la consistencia final de la iglesia, y también individualizar las estrategias de mediación en la base de la habilidad profesional de Berarducci.
La contribución propone una reflexión sobre la relación entre el cliente, el arquitecto y los diversos actores involucrados en la planificación, diseño y construcción de nuevas iglesias, centrándose en el contexto italiano de los últimos veinte años, y preguntando quién puede ser considerado el verdadero cliente para los edificios religiosos. El marco temporal considerado subraya una temporada caracterizada por diferentes enfoques de experimentación para los concursos de arquitectura promovidos, facilitados o apoyados por la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) a partir de la experiencia de los Progetti Pilota, pasando por los Percorsi Diocesani, hasta los más recientes Concorsi Diocesani, destinados a reducir la brecha entre el cliente de la Iglesia, las solicitudes de los usuarios y los proyectos arquitectónicos. Dichos procesos involucran a un amplio panel de actores, entre ellos los organismos nacionales y diocesanos, los interlocutores locales y el equipo de diseño, compuesto por diversos profesionales. El estudio tiene como objetivo investigar procedimientos muy recientes, proporcionando una mirada analítica a la maduración de los procesos y a la identificación del cliente colectivo.
Las investigaciones sobre el Movimiento Litúrgico italiano hicieron hincapié en el empeño pedagógico de las asociaciones laicas, más que en la innovación arquitectónica que acabaron promoviendo. El estudio que aquí se presenta analiza un caso poco conocido de ambicioso mecenazgo arquitectónico promovido en 1952-53 por la principal asociación laica italiana: la Juventud Italiana de Acción Católica (Gioventù di Azione Cattolica, GiAC). El proyecto ganador, obra del arquitecto Enzo Magnani, primer presidente de la Unión Católica de Artistas Italianos (UCAI), fue rechazado directamente por Pío XII, probablemente como consecuencia indirecta del agravamiento de la fractura política entre la GiAC y las principales ramas de la Azione Cattolica, orientadas hacia el apoyo explícito a posiciones políticas conservadoras y clericalistas, más que al aliento espiritual y litúrgico. Los archivos de la Azione Cattolica Italiana (conservados por el ISACEM de Roma) y algunos archivos privados permiten una primera reconstrucción del asunto, que había sido completamente borrado de la historia oficial de la asociación, y que probablemente rompió cualquier posible vínculo entre mecenazgo asociativo y arquitectura litúrgica en las décadas siguientes.
Gio Ponti (1891-1979) abordó el proyecto de las iglesias cuando ya estaba en plena madurez. En su libro Amate l’architettura formulò dos ideas fundamentales para comprender la iglesia del nuevo hospital San Carlos Borromeo de Milán (1963-66). Creía que la antigua relación individual cliente-arquitecto había sido reemplazada por la social y más íntima arquitectura-función. Además, el proyecto de la iglesia no era una cuestión de arquitectura sino de religión.
Una institución originaria del siglo XV —el Ospedale Maggiore (OM)— fue el cliente de Ponti, a quien se le encargó el proyecto de la iglesia y la inspección formal del exterior de todo el complejo hospitalario. Para la ejecución de obras litúrgicas y de devoción, Ponti involucró al padre Costantino Ruggeri (Pavia) y a la Escuela Beato Angélico (Milàn). Varios archivos nos permiten captar la dinámica que se produjo entre el arquitecto a cargo y el cliente.
Este artículo pretende iluminar la relación entre el arquitecto y el cliente a partir del ejemplo de la construcción de la iglesia de Nuestra Señora de Lourdes en Zagreb, cuya construcción se inició en 1934 y hoy está casi terminada. El proyecto es el resultado de la colaboración continua entre los arquitectos Zorana Sokol-Gojnik e Igor Gojnik y el liturgista representante de la provincia franciscana Ante Crncevic, que estuvo a cargo del programa litúrgico, e Ivan Maletic, que estuvo a cargo de la organización de la construcción y financiación.
En este proyecto, cada gesto arquitectónico y cada lugar del espacio ha sido cuidadosamente considerado en un diálogo abierto y confidencial entre el arquitecto y el teólogo litúrgico, en una verdadera confianza mutua, humildad y mútua apertura. El papel del arquitecto es el de un conductor o director que debe mantener constantemente bajo control todo el espacio y lograr que las partes establezcan relaciones armoniosas.
La parroquia de La Resurrección en Las Lomas, al oriente de San Juan, es una fundación (1968) de los franciscanos (OFM) de la Provincia de Cantabria, formados en Aránzazu. La comisión del proyecto requirió de una gestión, consensuada y participativa, a la par de la atención de una feligresía de clase obrera, migrante de origen rural, deprimida económicamente, desvinculada socialmente y ajena al contexto urbano inmediato: impersonal, de clima costero, caluroso y escasamente arbolado. Lo arquitectónico, bioclimático y paisajista se debió a Isis A. Longo y Manolo Fernández, matrimonio cubano que, como los frailes, llegaron al país expulsados por el régimen castrista. Luego, se integraron obras de los franciscanos Egaña e Iriondo. Este artículo toma como fuente principal las entrevistas realizadas por el autor a fray Mariano Errasti, uno de los frailes comitentes, en 2018. Se analizó la gestión de los religiosos en el proyecto, identificando posibles contribuciones para casos futuros.
A la vuelta de los años cincuenta y sesenta, la diócesis de Vicenza, en estrecha relación con los acontecimientos sociales y eclesiásticos, vio realizada la utopía de un diseño de patronato ilustrado junto a los arquitectos dos comunidades parroquiales entendidas como pueblo. Con arraigo bíblico y litúrgico, escucha atenta y respuesta valiente a los cambios de la ciudad, los fieles, guiados por la autoridad del padre Gianfranco Sacchiero en Villaggio del Sole (Vicenza) y del padre Nilo Rigotto en Villaggio Giardino (Arzignano), entablaron un fecundo diálogo con los proyectistas encargados de construir no sólo un edificio de culto, sino una experiencia de Iglesia renovada y, en muchos aspectos, inédita. El análisis de las fuentes documentales escritas, de las fuentes arquitectónicas y de los testimonios mostrará la inadecuación de un paradigma interpretativo autoral (que atribuye el mérito del resultado arquitectónico únicamente al arquitecto/maestro) y la necesidad de tomar prestados de las ciencias sociales y de la psicología conceptos como estado naciente y carisma.
Sergio Méndez Arceo (1907-92), séptimo obispo de la diócesis de Cuernavaca, resulta una de las figuras más significativas de la historia de la Iglesia mexicana. Formado en la Universidad Gregoriana y participante en las sesiones conciliares, promueve una intensa remodelación de la catedral de Nuestra Señora de la Asunción a los cinco años de su toma de posesión. El encargo recae en el arquitecto y benedictino Gabriel Chávez de la Mora (1929-2022), autor de un proyecto de reacondicionamiento litúrgico de gran modernidad para la temprana fecha de 1957.
Mediante la documentación conservada en el archivo personal del prelado, los proyectos y dibujos del archivo del Taller San José Artesano y el ajuar litúrgico conservado en la catedral, el presente texto pretende acercarse a la figura de Méndez Arceo como comitente, atendiendo especialmente la relación con el arquitecto y su pedagogía pastoral respecto al proyecto de adecuación litúrgica de la catedral morelense.